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Diez Torres



Que crimen es sostener cualquier cosa entre diez torres. Tomar motor de un auto y salir a empujarlo a funcionar, con el diario del conductor como manual. Diez torres diez torres diez torres y como dedicarle diez torres a una sola alma emboliada de tinta de unas vidas invisibles. Puedo repetir diez torres tres veces, pero no por eso hay treinta, solo tengo diez para dar y otras diez para andar, y no se juntan nunca para formar una muralla, siempre, siempre se escurre la arena entre ellas. Pero que criminal es entonces para la arena el mero intento retenedor de sostenerla futilmente. Toda caligrafía ajena es costosa de leer, en el sentido de que cuesta, cuesta, cuesta algo intercambiable y acumulable. Convencidos de poder leer como si hubiésemos escrito o si pudiéramos realmente leer siquiera nuestra propia letra. Cuando escribo, es impulso nervioso, jamás leo lo que escribí. Se quedan las letras entre las torres y que bien, que alegría que no se lea del todo. Es lo único seguro si no hay murallas reales en ninguna parte, solo torres finitas, que se quedan sin aire, cierran y abren pulmonarmente. Pero que escena del crimen, son mis diez torres creyendo que tienen la paila por el mango mientras usan la tinta de aceite para cocinar corazones sin saberlo, o sabiendo, o sin saberlo, o sabiendo. por hambre.

Darle un segundo mirar a las horas del reloj y que pasen distinto siempre, al tercer y cuarto mirar, ya no se ver la hora, jamás supe el tiempo análogo, sólo el digital. Que momento para no percibir el tiempo cuando vienes en son de atraco, y tu corazón no se sincroniza nunca al tick, siempre un poco por delante, o un poco por detrás, moviendo tu cuerpo entero en un destiempo, y con las diez torres detienes y sientes, pero las torres son grandes y sabes que aplastan, amante, amante del siempre expandiéndose océano sismico. Motores lápices aceite tinta y más símiles sangrientos coloca tu vida en intertexto con el mundo, en el sentido de referencia, no el de pertenencia. En relación siempre tu espectro con canción y con las flores. Pero que sonar el de la alarma, el ruido estruendoso que te avisa que es hora de irnos, dejar un rastro de algos en el piso en tinta. Que certeza.

Pero a veces no es así, porque pulsiones de perro tienes, tienes pulsiones de perro en tu corazón criminal y van en sentidos opuestos del reloj, chocan y caes de cabeza, ¿No es cierto? Pulsiones de perro. Siéntate y aprieta las diez torres como nunca, como si tuvieras de verdad muralla, por un rato al menos vivir de sueño. Entre tu pulso de perro y corazón criminal queda toda esa tinta en tu sangre ¿No es cierto? Ahí es cuando salpica, solo salpica en la misma dirección, es el mar en el que nadas, ama como perro, huye como criminal, y nada, nada en el líquido negro y sumerge ese cuerpo tuyo, sumergete y habla tras salir devuelta, sangrando verbo, para seguir empujando autos con cuerpos dentro. Siempre vuelves a tus diez torres para sostener tu propio craneo desde tu menton, para sostener ese craneo, un poco, por encima del líquido negro y oscuro. Que manera de saber y entender como funciona y quedarte ahí. Solo un rato más, que que es un rato, que es un, y que es más. Desentendido del cero y de la primera persona para hablar. Naciste y obligarás a nacer por esto. Para no juntar murallas, para no juntar murallas porque esto no guarda nada ni salva nada, pero por el amor de Cristo, se siente como si lo hiciera, como si lo salvase todo, que heroico, y cuando no, martirio, heroico, también.

Benjamín “Ben Blink” Carvajal