Cajas y tsunamis
En curso está la historia del mundo tranquilo, y de cabeza colgando al mar, pies contra el continente, sobre las piernas del alma del mundo y las siluetas de su cuerpo, una construcción cerrada como caja, con solo puertas que apuntan a al mundo terrestre para que de este se entre y se salga; las ventanas también, para solo verse desde adentro de las paredes con techo y suelo, el mundo de tierra hacía afuera. Mirando al mar una muralla larga, larga, larga, de concreto inquebrantable. Dentro de la caja, pasillos, mesas, puertas, refrigeradores y luces, ya que el día se acaba siempre cuando el sol está cenital o un poco antes, cómo arquitectónicamente planeado, porque el sol entra solo desde el Este. Prohibida la entrada de la luz, si para entrar, tiene que mostrar el mar; el mar, y la fila de cadáveres cocinándose a fuego lento, bajo el contundente peso de la estructura, la caja, la casa, la caja.
Desde adentro se escucha, “sacudete que la arena no pesa, así te metes, por debajo cómo es, sales del otro lado y entras por la puerta.”, “sacudete que la arena no pesa, así te metes, por debajo cómo es, sales del otro lado y entras por la puerta.”, “sacudete que la arena no pesa, así te metes, por debajo cómo es, sales del otro lado y entras por la puerta.” Voces pero en casa no se mueve un cuerpo, las luces permanecen encendidas inclusive a primera hora del día, cuando si hay luz, como casi por descuido, que nos olvidamos, del sol.
“Entonces las horas, dame más, más horas que yo hice bien y no vencí, que yo hice bien, y esta caja está bien también, bien cómo yo, pero no vencí, y ahora quiero más más horas. Más más horas y nunca morir, porque te juro, te juro que hice bien, que esto está bien y que quiero y siempre quise, y tuve, por eso sé que está todo bien, y si doblo el papel de nuevo estará un poco mejor inclusive, de más tamaño, porque doblado es más grande. Solo necesito que te muevas por debajo del piso, con tus piernas, que deben, en toda ley, estar bien, jóvenes, y lozanas, que necesito manos. Necesito más manos para tapar el orificio que se abre, que deja que me entre el frío de la brisa del mar que me quita el sueño, porque te digo que yo hice bien, y ahora tengo frío, y toda esa gente muerta, me tiene la casa turgida. Que yo hice bien y no fui querido joven, o lo creí y resultó no ser, y ahora tengo mi pobre, pobre corazón roto, porque fuí lo que debía ser, todo lo que había de ser, y ahora hay olor a muerto en mi casa. Mi único error, fue entonces. obvio, y lo estarás pensando, y simpatizaras conmigo, en que el error fue finalmente; no ser más cruel. Que así juro, que me salvaba. Eso es cierto, y es real, pero todas las astillas me dicen que no es “verdad”. ¡Y qué ridiculez! me dicen también que es cierto pero no verdad, y qué tontería. Ahora ven y dame manos, que tengo astillas por todo el cuerpo. ¿¡Que has dado muchas muchas horas ya!? claro, si todo este tiempo has estado de ese lado, eso sí, que es mentira, no solo no es verdad, sino que es mentira, y es lo importante, porque no corresponde. Mentira como el sonido de las olas, y vendrás tú aquí, porque eres malo, malo porque tienes todas las piezas, todos los engranajes para serlo. Quizá seré yo banal y cruel, pero tú también tienes mis mismas manos, y nadie puede culparme por tener mis manos, y tampoco a tí. No seré yo inocente, pero tampoco tú, así que rinde tus manos y rinde tus horas de una vez, que tus horas son deuda, y tus manos son poder, que yo necesito, para seguir viviendo, porque soy monarca, porque soy heredero, y elegido, por el mismísimo Dios, ¡Porque el me ama!, a pesar de mis grandes pecados, en gran parte, porque el es más tonto que yo; porque yo soy audaz, y Dios no se atreve a la audacia; pero la conoce y la respeta, porque el no la tiene. Todas esas siluetas aplastadas en cambio, son odiadas por Dios, y por eso en mi derecho estoy, de hacerlas desgraciar, extender su adolecer eternamente hasta que me canse yo, de poseer. Humillo porque tengo el poder, de hacerlo, y vivo porque llegué a tiempo, para hacerlo en mi propio mérito, de vencedor de una carrera arreglada por el mismo Dios. Y así es el curso del mundo tranquilo, y por eso merezco manos, y cuando no las tengo, es que no eran manos que me merecieran ayudar a mí, no eran manos divinas. Por eso te digo, encarna divinidad, que soy yo quién tiene la última palabra, en lo que es divino y no.”
Pero el alma del mundo sabe que, al océano no se le da la espalda, porque impredecible es, no se le cierran las puertas, no se le cierran ventanas, porque va a querer entrar. de cabeza estas siluetas de algo que se va perdiendo, notan como sube la marea y temen, algunas desfallecen, otras obedecen, y con las piernas que les quedan, se sacuden para moverse por debajo del piso como se les dicta para protegerse al otro lado de la estructura, de la caja llamada casa. Pero quedan las cuales brazos tienen, y saben que la estructura que les parte las piernas, está pintada con sus propios colores.
“Y es un ataque constante de remordimiento y nostalgia patológicas, que se sientan en tu garganta y te quieren empujar a una casa dónde adentro no hay nadie ya en realidad; porque que cómoda es la costumbre, que bien sabe la comida cuando viene acompañada de saber que todo estará bien, o al menos, igual. Que repelús, genera entonces la discordia y sus causales cuando se está cómodo y no tiene uno motivo para serlo, pero ahora necesitamos nacer, que nos devuelvan nuestros colores, que también queremos tener y queremos vivir, que también queremos sanar y queremos amar. Pero que miedo da el océano bravo tras años de tener una muralla frente a él, y que asegurado está, a simple vista, el pago al esfuerzo de pasar por debajo del piso, para llamar a la caja entonces, casa. Entonces, vivir rindiendo homenaje, y vivir en continua defensa del mar. Y más sabiendo que viviendo tanto tiempo con las piernas aplastadas no podría nadar en el mar, y estaría a su total merced.
Que mis colores están desparramados en una muralla de concreto y no se entonces reagruparme a mí mismo. Que todo lo que conozco y sé, vive del lado donde hay puertas para entrar bajo techo, y que apenas conocemos nada del mar. Quizá, yo también, esté condenado a errar para siempre y a ser cruel, pero si ese es mi destino, estoy perdiendo el tiempo aquí sin gozarlo despreocupadamente, cómo se hizo antes de mi, mientras se construía discretamente la caja. Mis manos no son mis manos y estoy perdiendo el tiempo en una ilusión irreal. Que su verosimilitud es solamente mi autoconvencimiento, que no convencerá nunca a mis pares, que se ven cansados y asustados, y que quieren seguridad de una vez. Pero no se si estoy dispuesto entonces a soltar, ese impulso infantil de nadar sin piernas. Quizá sea mi propia manía, que me volverá lo mismo en la eventualidad que lo que me está partiendo las piernas. ¿Pero no será ese el modo en el que debe ir? Me estoy ahogando bajo el agua, pero también me ahogaré en la tierra de todos modos. También tengo deberes, y mi corazón no es de ciervo, aunque tiemble, mucho, mucho. Y en el mismo se que quiero verme a color, aunque eso me vuelva un pecador, y pierda la gracia de Dios en el proceso.
Pero también quiero casa, y también quiero tradición y quiero identidad, pero encima mío cargo un muerto inmortal, y a mi lado, ya se quieren morir desde el nacimiento, no ven otra salida más que entregar las manos y entregar las horas, entregar el voto de confianza en el acto de detenerse y cobijarse. No quiero cobijarme, quiero cobijar en mi propia ley que consideré justa, que en cuenta tomé el clima y condiciones presentes. Pero si quiero eso soy ambicioso y animal, pecaminoso. Del mismo concreto que me mata. Si no quiero eso, soy siervo, dócil, y seré un infeliz para siempre. ¿Entonces que ser? Porque alcanzo a comprender que en este caso no hay un medio en lo absoluto, y ya estoy construido con estas piernas semi destruidas, que me recordaran la tranquilidad perfecta de la infancia en el seductor pasado, en reconfortantes restaurantes, y en el olor de su carne. Se me va a olvidar que esto era a cambio de mi libertad, se me olvidará y querré ser un niño para siempre en mi mente, y defender este confort para siempre, cómo algunos de mis pares hacen. ¿Soy yo malo? Tengo todas las piezas necesarias, tengo todas las piezas necesarias para serlo, sí, pero son las mismas, exactamente las mismas que para ser bueno.
Entonces para crear una nueva tranquilidad tendré que arrastrarme solo o con un par de piernas rotas más, por ahí, y tendré que volverme yo mismo, el padre, el profesor. Ahí está el sacrificio que hacer, el de abandonar terminalmente la posición de hijo y del alumno, sin saber siquiera si valdrá la pena. Manchar todo el mundo que ví con mi sangre, permanentemente, en el acto de reconocer abiertamente no solo su imperfección, sino que su crueldad, y en su lugar alzar una bandera nueva que corre la incertidumbre de ser aún peor y más cruel, si resulta que soy terminalmente necio, y no valiente, cómo estoy delirantemente creyendo ahora mismo que me voy de cabeza a un tsunami, sin tener piernas funcionales, y habiendo sido deformado hasta ser solo mi silueta”
Por otro lado varias siluetas, lograban ya alzarse del suelo, del lado con puertas de su casa. Corre una sola, desesperadamente y encuentra la puerta cerrada, y el frío, el frío más inmenso. Ve las luces dentro. Se tira, sobre las rodillas que le quedan, frente a la puerta, a sollozar. “El mundo se está acabando y necesito de tu ayuda en este momento, mi mundo se está congelando y necesito calor, por favor, te ruego solamente abrirme la puerta, ten mis manos, ten mi cuerpo, ten mis horas y mi mente, pero déjame pasar que no tengo piernas ya para caminar a otro lugar lejos de este. Déjame pasar y júrame que soy divinidad, cómo me prometiste, y yo seré divinidad, te coronaré rey, y defenderé, te defenderé como si fueses tú yo mismo y fuésemos la vida. Que tengo frío y me vuelvo más que silueta, solo sombra.” Entonces finalmente la silueta se desvaneció. Su sombra con atisbo de consciencia, pudo pasar por debajo de la puerta. Cientos de sombras pasaron por debajo de las puertas, agradecidas de ya no más, tener silueta.
“Gracias padre por acogerme, gracias por protegerme y hacerme saber que todo va a estar bien ahora que soy sombra, cómo tu, y podemos habitar esta casa nuestra. Pero ahora manos no tengo, horas no tengo, porque las he cedido a cambio de tu gracia y del techo. No sé cómo, tapar el orificio ahora, pero si se, que soy lealtad a tu forma ahora, y al modo en el que la luz existe dentro de esta casa, dónde sabemos estar muertos”
En curso está, la historia del mundo tranquilo.