Errante
//Este monólogo pertenece al corto descartado, “Petricor Nuclear”, Lee más al respecto en este blog.
-¿Hola hola? ¡Feliz navidad! Solo llamo, para brevemente comentarte, o más bien para anunciar al universo, mi permanencia. El dueño de este número telefónico, definitivamente ya no está, sin embargo, su buzón de voz persiste más de lo que mi buen amigo jamás tuvo la necesidad de imaginar. Osea que, todavía puedo técnicamente hablarle, o hablar, mejor dicho. Todo lo demás, también continúa su función regular. Todavía prenden las luces de noche, todavía funcionan las estaciones de radio, la tele, los comerciales, el río sigue fluyendo, incluso siguen habiendo plantas que sobreviven al invierno.
En este hemisferio durante estas fechas, siempre hablábamos de la blanca navidad, a pesar de que aquí no nieva realmente, sin embargo, me da gusto contar que con un invierno nuclear ya no hay que preocuparse más de eso.
Tú, definitivamente ya no estás, después de los recientes eventos. Nadie más está. Y eso me da una alegría inmensa. Tu silencio vale más que esos millones de palabras que nunca dejaban de hablarse, que nunca dejabas de escupir. Ojalá ahora seas solo un esqueleto, como los que rondan por aquí. Imagino, con goce, tu calavera sola sin esas pieles imaginarias, cráneo igual al cual donde yo resido en tranquilidad.
Resulta que, según el estado actual del mundo, tú eras el verdadero pecador, el filisteo que, “cuando las cosas llegaran al final que advertía, caería por su propio peso”. Horas de charlatanería, lindos cantos que, al final, perecieron contigo. Yo, sin embargo, prevalezco un día más en esta tierra, bajo este espléndido, maravilloso, invierno nuclear, el paraíso eterno sin ese calor asqueroso. No hay más voluntades ajenas: la mía se impuso, se impuso a la tuya, se impuso a la muerte, cómo una maldición que puedo gozar desde mi campo de visión.
Recuerdo lo mucho que te impactó, amigo mío, aquella vez que te comenté que no me gustaba la música. Lo llamaste inhumano. ¿Adivina qué? Las canciones callaron, y tú también. Qué rabia, qué repelús me daba, verte sufrir por tonterías que se fueron contigo: políticas, religiones... Que perdida de tiempo. Y tú, dale y dale con tu masoquismo incontrolable. ¿Por qué querías que yo aspirara a ser un desgraciado, casi sin motivo? ¿Te parece en el menor grado divertido? ¿Era tu hobby sufrir? Cómo esa escena que siempre me recitabas dónde un salvaje enfermo exigía más. Más dolor. ¿Por qué? Comandarme a ser un apéndice del mundo, viviendo para enfermar y morir y llevarme TODO lo demás conmigo.
Yo no obedezco apéndices. Los apéndices, no hacen nada útil. Qué forma de insistir, ese órgano inútil, en seguir perpetuandose. Yo? yo soy el esqueleto y no la carne, y por eso, creo, gané el favor de continuar viviendo. ¿No es verdad? Estoy libre de dolores, libre de dolores, libre de dolores
Aunque no puedo evitar imaginar: si tú hubieras vivido y yo no... ¿Estaría yo tan presente para ti como tú lo estás para mí ahora? Me pegaste hasta tu condecorada forma de hablar. ¿Seré yo ahora la versión de mí que me advertían, vivía incrustada en mi apéndice? ¿Una condescendiente fábula tuya más?
Si en algún lado existes: ¿te sientes dueño de mi victoria? ¿Me hiciste jaque mate sin que lo notara y ahora me tienes aquí cantando triunfo como un tonto? Quizás lograste ocupar mi mente como siempre quisiste. Y yo me quedé aquí, en carne, para morir solo como tu portavoz, como la tercera persona, y ahora NUNCA LOGRARÉ, sacarme esa melodía de la cabeza, APAGAR ESA RADIO, y tu FANTASMA CONTINUARÁ PARA SIEMPRE, en la propia forma de las cosas, en el olor del pasto después de la lluvia, en el sonido que el río continúa haciendo, solo para mi, solo para mis oidos, EN LAS MILLONES DE VERSIONES DE LA MISMA CANCIÓN, la continua e inconsciente formulación de los mismos pensamientos, y las mismas observaciones, CÓMO SI NACIESE ALGO NUEVO EN LA QUINTA VUELTA A LA MISMA PISTA, en la DESPÓTICA MAGNITUD de algo INUTIL que al mismo tiempo, SANGRA por sobre TODAS LAS DEMÁS COSAS, Y QUE TAMBIÉN ES POR, Y PARA SIEMPRE.
Entonces la incomodidad en mi abdomen derecho se torna vertiginosamente en algo, en una sensación, de regreso ese dolor, en mi mente este cuestionamiento que me acabo de plantear me devuelve, me devuelve, me devuelve burlescamente a algo tan desconocido para mí como lo es la mortalidad. El mero recuerdo de que tu podías preguntar hoy me echa al suelo, caigo y me arrastro, cómo si fuese mi última vuelta al sol, cómo si pagase finalmente esta condena eterna de ver pasar a un millón de tus, frente a mis ojos, que ahora crecen y crecen y crecen y crecen y crecen por sobre mí. Siento el antónimo del vértigo arrastrándome, a mí, y a mis manos frías cómo la nieve, el pesar de tus mil vidas contra la rendición de la mía, y es cómo si pudiese entender lo que se intentó enseñarme, cómo una burla, me matas, me matas con absurdo, cómo jugandome una broma, y me muero me muero, y no se puede morir de plástico, solo se puede morir de carne, de bruto, de inexperto. Recuerdo este apéndice que no supe arrancar, y escucho, escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho escucho